Palabras por el mundo

sábado, 4 de agosto de 2012

QUE SE MUERAN LOS FEOS


“Que se mueran los feos”. Esas fueron las últimas palabras de José, al caerse muerto en el suelo. Parece una broma de mal gusto, decir eso. E inmediatamente caer al suelo desplomado muerto. Pero José era así, un hombre rotundo y de principios.

Era un buen chaval, servicial y atento. Pero con una gran facilidad para decirte la verdad. No se cortaba de nada, ni de nadie. A él todo le daba igual. Si veía que algo era cierto, pues no lo callaba y listo. No le importaba como te sintieses o si lo que te decía, te podía cabrear. Él nunca se anduvo con medias tintas.
¡Ay José, como eras! Desde chiquillo contestaba, lo primero que le recorriese por su boca.  Recuerdo cuando no era más grande, que un cepo de leña. Paseaba con su madre cogido de la mano. Siempre estuvo muy ligado a ella. Iban juntos a la compra, uno al lado del otro. Y nosotros, cabrones de nosotros le decíamos:
-    
  -            Joselillo, Joselillo, niño de teta es. ¿Cuándo dejarás la teta de mamá?

El muy cabroncete ya de pequeño tenía salida para todo. Y con un desparpajo sobrenatural nos contestaba.

-          ¡Cabrones recelosos! Dejaré la teta de mamá cuando pueda chupar de otra ¡imbéciles!

Y de otra teta terminó rechupeando. De la teta de la pobre María José, pero muy bien no tenía que chupar. Pronto lo dejó, Se fue con otros y medio hijo le dejó. Y sí, digo medio hijo. Porque el chiquillo era más negro que el carbón. Y José de negro… bueno negros eran sus ojos. Aun así, cuidó del Miguel. Le ayudo en todo lo posible. Le dio estudios, comida, cariño a su manera y le ayudo a encontrar trabajo en su África natal.

  “Que se mueran los feos”. Que falta nos hacía ahora el Miguel. Aquí estamos, en el tanatorio. Velando el cuerpo del José. Benancio, Rodrigo, Marqués y servidor. Pensando como vamos a hacer. Ya no tiene familia en el pueblo, su medio hijo en el extranjero. Su mujer en cama de sabe Dios quien. Y nosotros cuatro juntos que no hacemos uno solo. Y es que, los años pasaron para todos, menos para el pobre José. Pero a quien se lo cuente. “Que se mueran los feos”. Y caerse como un saco de patatas al suelo.  ¡Menudo José!
¿Y ahora qué? ¿Quién cargará con su cuerpo, al campo santo? ¿Qué cojones, le ponemos de epitafio? “Que se mueran los feos” hombre, no sé yo… Pero que leñes, esas fueron sus últimas palabras. Una vida resumida en cinco palabras absurdas.  

Benancio me habla, algo susurra. Pero ya va tan viejo que casi no se le entiende.
-          Benancio cojones, ¿Qué andas diciendo? Yo casi no lo escucho, pero Marqués ríe a carcajada limpia y Rodrigo también.

Me acerco lentamente a ellos, lo que el cuerpo y mi bastón me permite. Al acercarme les pregunto.
-          Cabrones de que cojones os reís. No veis que este no es lugar para la risa. Que diría el pobre José.
Marqués me contesta.
-          Benancio que un señor poeta. Ha tenido la solución perfecta para el epitafio.
-          ¡Enga coño, no te hagas el interesante y escupe por esa boca de viejo.
Benancio contesta. – Porque no ponemos: “José hombre sincero hasta el final. Tan sincero era, que se lo llevó la verdad”  

Las risas fueron una en el tanatorio. Era cierto que el bueno de Benancio era todo un poeta. Pienso que José se sentiría contento. Además eso sería mucho mejor que. “Que se mueran los feos” 


PD: Historia dedicada a todos aquellos que quieren vivir con la verdad por delante. 

2 comentarios:

  1. Muy bueno, entrañable y con pinceladas costumbristas más que dignas.
    Me ha gustado mucho.
    Ya me presentarás a Benancio.
    ;)

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  2. Gracias! Benancio con lo que se la ha venido encima, dudo que tenga el cuerpo para mucha alegría. Es todo un placer saber que gusta y mucho más saber que se lee. Un abrazo y gracias!

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