Palabras por el mundo

lunes, 19 de diciembre de 2011

CARTA 4

Este es un texto que tenía guardado en mi ordenador desde hace mucho tiempo. No sé exactamente cuanto tiempo tiene. Pero lo que si que recuerdo es que fue escrito una noche en mi habitación. Lo recuerdo perfectamente porque me emocionó escribirlo. Es por eso que lo quiero dejar aquí, para que vosotros también disfrutéis con él.
                   Me muero por dentro, y sé, que pierdo el tiempo. Aquí en mi cama, de donde no me quiero mover, de donde ya no puedo escapar. Por eso ahora lloro el lamento, de mi condena, que no soy capaz de superar. Porque no estoy preparado para entender, que mi mundo se acaba en la punta de los pies, que ahora no son capaces de moverse, auque solo sea una vez mas.

               Mi mundo ahora es, una cabeza conectada a unos cables, que me unen a una máquina, que me dice que estoy vivo, con cada pitido, que mi triste oído tiene que oír, en toda esta vida que aún me queda por vivir, o simplemente sufrir. Porque no es mas grave, perder una mano, que seguir teniendo recuerdos, porque estés son los que limitan, mi placer, al saber, que ya nunca seré aquel, que un día fui. Un ser, verdadero y entero, que era capaz de andar, tocar o simplemente valerse por uno mismo y no tener que depender, de tristes máquinas que hacen insufribles cada día, o depender de esas personas, que conmigo mueren cada día, esa personas que, a las que un día pude querer, y ahora solo puedo mirar como tocan unas manos, que ya no sienten ese calor que antes podía gozar. Pues ahora ya estoy muerto,  ya estoy mas en el otro mundo que en este.
Morir no es un paso que me de miedo, sino que me alegra, porque así sé, que ya nadie, tendrá que fingir que todo irá bien, cuando en realidad nada mas cruzar la puerta, como buenos actores, cambian su rostro para demostrar su tristeza, hacia un muerto que ya no vive sino que espera con impaciencia la llamada de una muerte, ya anunciada que no quiere llegar, para así poder dar la libertad, a un preso, que encarcelado en su cuerpo, no puede escapar.

                Como último esfuerzo sólo me queda la imaginación,  que sabiendo que no es más que una sucia mentira. Esa que consigue que en mi rostro siga teniendo una vez más, una tímida sonrisa. Al poder imaginar una vez más, una vida que no es mía, pero que pudo serla. Una vida en la que puedo andar, tocar, jugar una vez más, en un mundo que me ha sido robado, en un triste día, que vuelve a mi mente en pleno sueño, para recordarme cual es la realidad.

                Por eso quiero que esta mierda de historia termine, pero no sin antes poder explicar, porque la muerte no es un castigo sino un alivio, para alguien que un día conoció la felicidad, de ser padre y al día siguiente conoció en sus carnes la desgracia al saber que su vida termina, tendido en una cama, lugar prohibido para un hijo, que ya nunca tendrá a su padre, pero que algún día otro tendrá, que espero que sepa enseñarle, lo que yo, nunca le pude enseñar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario