Palabras por el mundo

martes, 6 de noviembre de 2012

Los siete cabritillos y Carismático Galván


Mamá cabrita tenía 7 preciosos hijos cabritillos. 7 juguetones y preciosos cabritillos. Eran una delicia, pues su dulzura e inocencia enamoraban a todos aquellos que con ellos se topaban. Al ser 7 el dinero en la casa de los cabritillos era escaso. A duras penas llegaban a fin de mes. Mamá cabrita trabajaba duro y muchas horas, nunca fue fácil ser madre soltera y menos en estos tiempos. Mamá cabritilla los educaba lo mejor posible. Les hablaba de la dureza de la vida, de lo malas que pueden llegar a ser las personas y de como, con esfuerzo y tesón se puede vivir.
Pero los años pasaron y los cabritillos se convirtieron en cabritos. Llegó el día en el que tuvieron que iniciar su vida. Buscar trabajo para salir a delante.  Aunque seguían compartiendo casa con mamá cabritilla, ya eran mayores. Ahora ellos tomaban sus propias decisiones. Es ahora cuando fuera de la protección materna, comenzaban a ver y sentir el mundo en sus lanosas carnes.
Así fue como poco a poco todos los cabritillos, ahora ya mayores fueron encontrando trabajos dignos con los que ganarse la vida. Panaderos, camareros, vendedores, limpiadores, taxistas… trabajos duros pero con los que podían sobrevivir y llevar una vida normal. Pero estos cabritillos acostumbrados a la miseria tenían en algo en el interior. Ese algo llamado miedo, ansia, codicia… ninguno de ellos querían volver a pasar las penurias que pasaron en antaño, al ser tantos y los ingresos tan cortos.
Así fue como el cabritillo más mayor, el que trabajaba en un bar. Conoció a Carismático Galván. Un ser de apariencia casi divina. Siempre vestido con buenos trajes, muy bien peinado. Con detalles de oro. Relojes, anillos, pulseras. En una palabra, un hombre que se notaba que nadaba en abundancia. Pero el peligro de Carismático Galván no recaía en su aspecto, sino en su oratoria. Era capaz de embellecer sus palabras de tal manera, que el latón parecía que se convertiría en oro.  Carismático Galván vendía humo en forma de sueños. Sueños que tenía un gran precio. Precio que pagaba todo aquel que trataba con él. Por eso, el cabritillo ensimismado por las riquezas prometidas sucumbe al poder de Carismático.


El trato que le ofrece Carismático aparentemente es un buen trato. Pues le oferta trabajar para él. El trabajo es sencillo, pocas horas y muy bien remunerado. Un trabajo que no sólo le garantiza un dinero, sino la comodidad y el poder. Algo que el cabritillo nunca había tenido. Ser respetados por los demás y ganar una fortuna.
 Así que, no sólo sucumbe él, sino que como buen hermano hace saber del negocio a todos sus hermanos. Uno a uno va entrando en el juego de Carismático. Ahora los cabritillos forman parte del negocio empresarial del Carismático. Todos, menos el hermano menor.  El único que se da cuenta, que el dinero fácil no existe. Y que más vale ser pobre y honrado. Que rico y mal nacido. Este cabritillo avisa de lo ocurrido a su madre. Alertada por su hijo menor, mamá cabritilla intenta dar la vuelta en la situación. Pues sus hijos hicieron mucho dinero al principio. Pero un dinero que tuvieron que devolver con un gran interés. Pues no era dinero limpio, era dinero robado, dinero manchado con artes oscuras, esas que no entiende de ley. Esas que no entienden de legalidad, ni honradez. Esas que se pagan con cárcel.  
Pero amigos míos. La vida no es como el cuento. Y aunque esta madre cabrilla encontró a Carismático Galván tomando el sol en una playa. No pudo canjear la deuda de sus hijos. Y aunque este Carismático Galván le sude la barriga, puede beber tranquilo en el río. Pues aunque en él caiga, tiene suficiente colchón con todo lo que les roba a los demás. Y creedme que este lobo no viste su piel, la esconde. Y por supuesto que no nunca se mancha las manos, siempre busca algún incauto que lo haga por él. Por eso, ahora los cabritillos visten en rayas.     

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