Palabras por el mundo

jueves, 8 de noviembre de 2012

El Cine


A mi mente vienen recuerdos de mi niñez. Pues desde muy pequeño, veía con mi madre  un montón de cine. Tardes enteras e incluso noches, devorábamos películas en la televisión e incluso, juntos íbamos al cine a verlas. Nuestras películas favoritas eran las de miedo. Aunque era pequeño, recuerdo que mi madre siempre me decía:

“No tienes por que asustarte. Nada de esto es real. Son actores disfrazados, sólo nos cuentan una historia.”

 Tengo que admitir que alguna vez me he asustado. He tenido miedo posteriormente. Pero después cuando lo pensaba en frío, me daba cuenta que era lo mismo, que aquellos actores que morían en las películas. ¿Qué actor, por mucho que cobrase quería morir? Así que rápidamente abandonaba el mundo de la imaginación, para asegurarme que todo estaba bien.

Un montón de películas con un montón de monstruos  Zombis, hombres lobo, brujas, vampiros, mutantes… Un sinfín de posibilidades.  Todas ellas con un mensaje claro, la supervivencia. Eran todas una muestra del orgullo humano de sobrevivir, de superar las adversidades para mantenerse vivo. Formar equipo con otros supervivientes, engrandecer la amistad e incluso mostrar el lado más heroico del humano. Pues recuerdo como en todas las películas, siempre había uno, que se llamaba héroe. Y no era el que sobrevivía, sino aquel que donaba su vida, para que otro consiguiera salvarla. Eran películas donde la fuerza, no era la mayor virtud humana. Pues aunque algunas veces armados hasta los dientes, sus protagonistas no conseguían sobrevivir. Y sin embargo, el inteligente, el audaz, ese sí.

Películas en donde la humanidad luchaba por un bien común. Un enemigo que debían vencer. Enemigo que era malo. Malo de verdad. Con sentimiento asesino, con ganas de sangre y destrucción. Un malvado que no le importaba lo más mínimo el sufrimiento o la vida. Villanos malos, que gozaban humillando. Malvados sin sentimientos, que muchas veces únicamente buscaban venganza. Malvados de verdad, seres infernales que ni en pesadillas te gustaría cruzar.

Pero esto está cambiando. Cada vez es más común,  ver a seres demoníacos más humanos que los propios humanos.  Con sus sentimientos, sus pasiones, sus miedos e inseguridades. Vampiros que ya no se alimentan del alma humana. Villanos absurdos, con planes absurdos. Seres demoníacos a los que parece que su maldición,  en lugar de maldición es una bendición. Y yo me pregunto;  ¿Nos hemos vuelto tan banales?  Ya nos importan las maldiciones, siempre que a cambio nos den un poder. O es que simplemente aceptamos tanto nuestra maldad interior. Que somos capaces de racionalizar la maldad. ¿Qué nos ha sucedido? 

Recuerdo como me daba miedo convertirme en algo así. Un ser oscuro y tenebroso. Y ahora, la gente se fascina con sus poderes, desean ser algo así. Maldecimos bancos, políticos, eclesiásticos corruptos… Pero veneramos a antiguos seres demoníacos, a los que el cine han trasformado en una parodia de lo que antiguamente eran.   

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