A mi mente vienen recuerdos de mi niñez. Pues desde muy
pequeño, veía con mi madre un montón de
cine. Tardes enteras e incluso noches, devorábamos películas en la televisión e
incluso, juntos íbamos al cine a verlas. Nuestras películas favoritas eran las
de miedo. Aunque era pequeño, recuerdo que mi madre siempre me decía:
“No tienes por que
asustarte. Nada de esto es real. Son actores disfrazados, sólo nos cuentan una
historia.”
Tengo que admitir que
alguna vez me he asustado. He tenido miedo posteriormente. Pero después cuando
lo pensaba en frío, me daba cuenta que era lo mismo, que aquellos actores que morían
en las películas. ¿Qué actor, por mucho que cobrase quería morir? Así que
rápidamente abandonaba el mundo de la imaginación, para asegurarme que todo
estaba bien.
Un montón de películas con un montón de monstruos Zombis,
hombres lobo, brujas, vampiros, mutantes… Un sinfín de posibilidades. Todas ellas con un mensaje claro, la supervivencia.
Eran todas una muestra del orgullo humano de sobrevivir, de superar las
adversidades para mantenerse vivo. Formar equipo con otros supervivientes,
engrandecer la amistad e incluso mostrar el lado más heroico del humano. Pues recuerdo
como en todas las películas, siempre había uno, que se llamaba héroe. Y no era
el que sobrevivía, sino aquel que donaba su vida, para que otro consiguiera
salvarla. Eran películas donde la fuerza, no era la mayor virtud humana. Pues aunque
algunas veces armados hasta los dientes, sus protagonistas no conseguían
sobrevivir. Y sin embargo, el inteligente, el audaz, ese sí.
Películas en donde la humanidad luchaba por un bien común. Un
enemigo que debían vencer. Enemigo que era malo. Malo de verdad. Con sentimiento
asesino, con ganas de sangre y destrucción. Un malvado que no le importaba lo
más mínimo el sufrimiento o la vida. Villanos malos, que gozaban humillando. Malvados
sin sentimientos, que muchas veces únicamente buscaban venganza. Malvados de
verdad, seres infernales que ni en pesadillas te gustaría cruzar.
Pero esto está cambiando. Cada vez es más común, ver a seres demoníacos más humanos que los
propios humanos. Con sus sentimientos,
sus pasiones, sus miedos e inseguridades. Vampiros que ya no se alimentan del
alma humana. Villanos absurdos, con planes absurdos. Seres demoníacos a los que
parece que su maldición, en lugar de maldición
es una bendición. Y yo me pregunto; ¿Nos
hemos vuelto tan banales? Ya nos
importan las maldiciones, siempre que a cambio nos den un poder. O es que
simplemente aceptamos tanto nuestra maldad interior. Que somos capaces de
racionalizar la maldad. ¿Qué nos ha sucedido?
Recuerdo como me daba miedo
convertirme en algo así. Un ser oscuro y tenebroso. Y ahora, la gente se
fascina con sus poderes, desean ser algo así. Maldecimos bancos, políticos, eclesiásticos
corruptos… Pero veneramos a antiguos seres demoníacos, a los que el cine han
trasformado en una parodia de lo que antiguamente eran.
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