Palabras por el mundo

martes, 17 de julio de 2012

DÍA DEL LECTOR


Esta noche he tenido un sueño, hacía mucho tiempo que no recordaba lo que había soñado.
Esta vez ha sido distinto.

Estaba nadando, avanzaba lentamente por un ancho río. Hacia mi derecha grandes árboles se alzaban con sus ramas hacia el cielo intentando sostener un cielo cuajado de nubes. Hacia mi izquierda una gran pared de roca hacía imposible ver otra cosa que no fuera piedra desnuda o alguna larga enredadera.
Yo sigo nadando, el agua transparente y calmada me permite ver un millar de peces  que avanzan rápidamente por el fondo.
Nado hasta donde el río me permite, al final encuentro una cascada, de aguas espumosas que caen desde una gran altura formando un gran arcoíris, me fijo en todos los colores, sobretodo en ese maravilloso verde que rivaliza con el del mismo bosque, cuando miro la belleza a mi alrededor siento paz y armonía, me gustaría quedarme flotando en esas aguas para siempre.
Un ruido a mi derecha en el bosque llama mi atención, consigo ver esa figura, la de una joven  de cabellos plateados  y largas piernas. Parece danzar entre la maleza con movimientos ágiles y fluidos. Mi curiosidad me obliga  a nadar hacia el bosque.
Los árboles son grandes, más incluso de lo que me habían parecido en un primer momento  parece sencillo avanzar entre sus grandes raíces  saltando de una  a otra  bailando entre sus grandes troncos.
Avanzo, bailo  y salto, hasta que llego a un claro. En él,  cuatro enormes árboles  parecen haber apartado el resto del bosque para dejar espacio. Pequeños helechos  cubren el suelo de una forma uniforme  creando la sensación de que un mar de color verde, fluye entre los árboles con el vaivén de la suave brisa. Entre sus copas  se cuelan finas líneas doradas que consiguen iluminar  aquí y allá  pequeños trozos  de este verde mar. Todo en esta imagen resulta sobrecogedor, sin embargo lo que  más impresiona es la torre, una gran roca de un color gris  y verde se halla en el centro de este valle y sobre esa pequeña montaña  una torre de un color rojizo se alza por encima de las copas de los árboles. Es imposible no haberla visto desde el rio. Sin embargo es ahora la primera vez que lo veo.
Unas escaleras serpentean desde la base del valles hasta un gran arco en la torre  y subiendo por ellas baila la chica de cabellos plateados,  saltando de peldaño en peldaño con una gracia imposible.
La veo entrar por el gran arco de la torre, y algo dentro de mi me impulsa a correr hacia ella, salto, corro y nado entre el mar de helechos hasta que llego al principio de las escaleras, ahora que las veo de cerca  me lamento de la gran cantidad de peldaños que sin duda alguna tendré que  subir para llegar a la gran torre.
Lucho por subir peldaño a peldaño, hasta el punto que parece que mis fuerzas me abandonan, pero consigo llegar hasta el gran arco. Ahora al verlo de cerca me fascina las impresionantes tallas que decoran  el arco, en las cuales se pueden  distinguir  todo tipo de pájaros, grajos, chorlitos, cucos, halcones y búhos  que  a pesar de estar hechos en piedra  juraría que he visto a un par de ellos aletear.  El gran portón no está cerrado y con un leve empujón consigo entrar en la torre.
Lo que veo solo se puede describir como decepcionante. Nada hay dentro de la torre, solo sus muros que se alza hasta una negrura infinita, no hay muebles, ni tapices que embellezcan  la desnudez de la roca. Y lo peor de todo es que la chica no está, no hay cabellos plateados, ni largas piernas danzando grácilmente, lo único que hay en  la torre  soy yo.

Continuará  si os gusta

Un paisano

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