Palabras por el mundo

lunes, 8 de abril de 2013

HISTORIA DEL AMOR CIEGO




Hamid Abad era un soldado, un guerrero. Pasó toda su vida en el campo de batalla. Hombre de honor, de sangre en manos, de corazón valiente. Hamid Abad era el guerrero perfecto. Sin piedad atacaba al enemigo, sin tregua luchaba hasta que el último hombre quedase en pie. Hasta que la última gota de sangre tocase suelo.

Hamid Abad luchaba, pero no en nombre de un rey. Tampoco en nombre de un Dios. Y aún menos por una tierra. Hamid sabía que la mejor manera de proteger a los suyos, es mantener lejos el campo de batalla.
Hamid sabía que  su alma estaba condena. Que al morir, su alma partiría. Pero no, al cielo sino al infierno en donde van los hombres que tienen las manos manchadas en sangre.

Un día, estando Hamid en el frente, le llegó una carta. Era de su casa, su mujer había caído enferma. Una terrible enfermedad había invadido su cuerpo y la había deformado. El rostro de aquella mujer hermosa de la que se había enamorado, ya no existía.  Esa noche Hamid no durmió, la preocupación le invadió. Al día siguiente acudió al campo de batalla. Luchó como siempre, pero por primera vez Hamid lo abandonó herido. Fue tan fuerte su herida, que perdió por completo la vista.

Hamid dejó de ser guerrero. Pasó a ser marido a tiempo completo. Vivió cuarenta años con su mujer. Tuvieron dos hijos e tres hijas. Pasó su vida recitando poesía. Poesía de amor para su amada mujer. Poesía que era recogida por un escriba, para que esos hermosos versos de amor, no cayesen en el olvido. Y tal amor se volviese inmortal. Cuarenta años, hasta que su mujer atendió la llamada de  la muerte y decidiese ir al cielo.

Fue entonces  cuando la tierra tapó por completo el cuerpo de su mujer.  Cuando Hamid recuperó por completo la vista. Su ceguera, se había curado.

Un día estando con el escriba. Este le pregunto:
-         
      - Maestro, poeta. ¿Por qué fingió su ceguera? Todo el mundo supo que no era real. Nadie se cura de esa manera. Y usted siempre fue un hombre de honor. ¿Por qué engañarla así?

Hamid mesó su barba, miró a los ojos del  escriba y le dijo:
-          El honor de un hombre nada vale, sino puedes compartirlo con el ser querido. Y el honor más grande, no se encuentra en el campo de batalla, ni con una espada en mano. Sino dando vida al sentir, haciendo feliz a quien te hace feliz. Mi amada, mi amor perdió su belleza a ojos sanos. Por eso decidí que los míos debían enfermar. Bebería de las hermosas imágenes del recuerdo. En donde ella, se sintiese hermosa para siempre.  El honor recaería en hacerle el amor cada día. En acariciar su alma, en regalarle cada palabra de cariño que mi ser le tenía guardado. El honor era verla feliz, sentirla cerca de mí. Aprovechar cada momento, sabiendo que al otro mundo se fuese feliz. 

6 comentarios:

  1. hola David, te he dejado un premio en mi blogg, enhorabuena.

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    1. Muchas gracias por el premio. Y muchísimas más tus visitas y lecturas.

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  2. ostras amigo mio que preciosidad de historia.. buff me has emocionado y me ha gustado tanto que su mensaje me ha conmovido. gracias david

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    1. Gracias a ti, a tu visita, a tu lectura y a tu comentario. MUCHAS GRACIAS!!

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  3. Me encanto tu historia. Es muy emocionante y enseña el lado del amor verdadero, lo unico que importa en esta vida. Saludos.

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