El tiempo pasa entre Teresa y Javier, aun son una pareja
unida. Se entienden, se comprenden, se respetan. Pero como no, discuten. Llevan
tiempo juntos, y cada vez hablan sobre cosas más dispares. Esto les lleva a
encontrar pequeñas diferencias, pequeños y ásperos motivos para llevarse la
contraria. Y como todo ser humano, a pensar que tienen razón.
Unas veces se equivoca Javier, otras en cambio es Teresa
quien se equivoca. Estas discusiones son intensas y cortas. Terminan con un
silencio y con un periodo de reflexión. Pero al final, se acaban perdonado. Al fin
y al cabo sólo son palabras. Y desde el principio hasta ahora, siempre se
apoyaron. Nada hace pensar, que diferentes puntos de vista pueden cambiar ese
hecho; apoyarse.
La discusión de este día transcurre en la cama. Es por la
mañana, Teresa y Javier despiertan y se ponen a hablar. Planifican el domingo. Buscan
repartirse el día para pasar más tiempo juntos. Todo va bien hasta llegar a la
media tarde. Javier quiere ver el partido de fútbol y Teresa visitar a su
madre. Ese es el punto de inflexión.
Javier. - Sabes que para mí, el partido es sagrado. Este año
tenemos posibilidades de ganar el título de liga. Lo sabes, y también sabes que
si yo no voy a verlo, el equipo pierde.
Teresa. – No me vengas con tonterías. Eso es una de tus
escusas baratas para no ver a mi mamá. No te cae bien, lo sabes.
Javier.-Sabes que no es cierto. Quiero ver el partido. Tú
bien sabes que sólo se juega una vez.
Teresa.-Pero si después lo vuelven a poner. Lo repiten mil
veces en los deportes.
Javier.- No es lo mismo.
Teresa.- Siempre dices lo mismo: “no es lo mismo”, “no es lo
mismo”. Si lo repiten lo que ya ha pasado, tal cual… ¡NO ME VENGAS CON ESCUSAS!
YO ME VOY A VER A MAMÁ, SINO VIENES ES COSA TUYA.
El resto de la mañana no se hablaron. Cada uno estuvo
haciendo sus cosas, cada uno por su lado. Pero sin dirigirse la palabra. Sólo se
cruzaban miradas desafiantes. Es más ni comieron juntos.
Llegó la tarde y Teresa fue visitar a su madre. Javier se
quedó en casa, se quedó pensativo. Algo en él le carcomía por dentro. No vio el
partido, se quedó pensando. Llego a tal punto, que se marchó de casa, se fue.
Pasaron las horas. Teresa llegó a casa y Javier no estaba. Se
preparó un café y se sentó a ver la televisión. A eso de las siete de la tarde
llega Javier. En sus manos trae dos rosas y un perdón en la boca.
Javier.- Lo siento, somos un par de idiotas. Hablamos para
estar más tiempo juntos y al final. Discutimos, nos cabreamos y perdemos el
tiempo con enfados tonto. Hoy casi no estuvimos el uno con el otro. Y sólo porque
ninguno de nosotros quiso ceder. ¡Menudos idiotas!
Teresa.- Es verdad, te eché de menos. Cuando estaba con mi
madre, sólo podía pensar en lo que estabas haciendo. Y en que mañana es lunes y
tenemos que trabajar.
Javier le besa la frente y le dice: ¿Qué te parece si vamos
al cine y después comemos fuera?
Teresa contesta con una sonrisa. Se pone al abrigo y se van al
cine. El resto de la tarde les resulta agradable. Aunque la película era malísima.
Lo pasan bien, se ríen. La cena fue un total desastre. Pues salieron tan tarde
del cine, que solo pudieron comer un bocadillo en un bar. Era lo que estaba
abierto.
Una vez en cama, tranquilos y felices por como transcurrió el
resto del día.
Javier le dice a Teresa.
-
Sabes que el hombre y la mujer según pasan los
años están pronosticados a no escucharse. Pues resulta que el hombre con los
años va perdiendo la capacidad de escuchar los agudos. Por lo que, le es más difícil
escuchar a la mujer. Y la mujer va perdiendo los graves. Por lo que más difícil
escuchar al hombre. Es algo que debe hacer la naturaleza humana para que no
discutan.
Teresa pregunta: ¿Entonces con los años dejaremos de
discutir?
Javier responde rápidamente: No lo creo amor, no lo creo.
Os recuerdo que podréis encontrar más relatos sobre Teresa y Javier. Sólo tenéis que pinchar en la pestañas de Teresa y Javier que tenéis en el margen izquierdo. Y si os gusta y queréis más, no dudéis en decírmelo. GRacias
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