Sé que nacemos. Al venir al mundo comienza una carrera a
contrarreloj. Esta carrera tiene un gran
final, morir. Así que tan pronto comenzamos a vivir ya nos estamos muriendo.
Sé que este mundo es dual. O al menos eso intentamos creer.
Diferenciamos todo, entre “bueno o malo”. Un “bueno o malo” que será
dictaminado por ejemplos. Ejemplos que tomaremos de todo aquello que vemos. Al
fin y al cabo somos monos de repetición.
Sé que lucharemos por ser libres. Pero esta libertad será
condicionada. Condicionada por todas esas etiquetas o galones que nos
colgaremos al pecho. Lo haremos porque queremos ser “diferentes, únicos”.
Diferenciarnos de nuestra especie. Aunque esto nos cueste la libertad o nos
aparte del mundo social.
Sé que intentaremos escoger nuestro mundo social a nuestro
antojo. O eso pensaremos. Pedacitos de aquí y de allá formaran una tela de
araña a la que llamaremos “red”. Una red de relaciones que estarán formadas por
familiares, amigos, conocidos, pareja….
Sé que tenemos miedo a la soledad. Necesitamos compañía;
amigos, pareja…. Lo que sea por no estar solos. Pero también sé que no nos
aguantamos a nosotros mismos. Y que incluso no somos capaces de tener “amor
propio”.
Sé que venimos al mundo solos. Luchamos con fuerza para
salir de nuestras madres y comenzar a vivir. Valientes y poderosas son nuestras
intenciones para comenzar a vivir. Pero según pase el tiempo perderemos fuelle
y no comerá el miedo.
Miedo a morir. Miedo a no ser libres. Miedo a no ser únicos.
Miedo a estar solos…. Miedo por miedo y la casa sin barrer.
Sé muy poco de la vida, prácticamente no sé nada. Podría
decir, que me queda mucho por vivir. Pero… como diría un buen amigo mio: “ ¿É
quen o sabe? ¿Sábelo ti? (¿ Y quién lo sabe? ¿Lo sabes tú?)
Y es que esta vida es fantástica. Pura fantasía de ideas. Un
mundo mágico y multicolor. Mil y un millón de ecuaciones perfectas lo
conforman.
Por eso, que más dará saber que no saber.¿ no será mejor
vivir? Sentir, aprovechar cada momento. Engañarnos con lo que puede ser.
Disfrutar al fin y al cabo. Escribir nuestra propia historia. Encomendarnos si
eso, a algún Dios del cielo. Y al final que el tiempo dictamine sentencia.
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