Palabras por el mundo

martes, 7 de mayo de 2013

RELATO: EMILIO SÁNCHEZ RIVERO


Todo el mundo que conocía a Emilio sabía que, este era siempre ilusión. Fue un hombre alegre y amable, lo que todos conocemos como un buenazo. Que se lo digan a Xefa, bueno a Josefa. Xefa se casó por primera vez muy joven. Estuvo varios años casada con Antonio, que el pobre murió en un accidente. Eso sí, en ese corto matrimonio Xefa y Antonio tuvieron dos hijos.

A la muerte de Antonio, Xefa cayó en una enorme depresión. Sola y con dos hijos. Demasiado trabajo para una mujer, que vivó una postguerra y la dura vida del campo. Es ahí, donde entra Emilio. Las malas lenguas dicen que;  Emilio lo había intentado antes con Xefa. Pero que esta, enamorada de Antonio lo rechazó. Otros dicen; que Antonio y Emilio, que siempre fueron amigos. Una vez, se apostaron a las cartas el amor de Xefa. Que ganó Antonio y que Emilio respetó su victoria, apartándose de Xefa.

Yo únicamente sé, que cuando Antonio murió. Emilio se fue acercando poco a poco a Xefa. Unos días le ayudaba en los labores del campo. Otros cuidaba de sus hijos, jugaba con ellos al fútbol o les  enseñaba a leer. Yo sólo sé, que Emilio poco a poco consiguió que Xefa volviese a sonreír.

Visto por mis ojos. Un día Xefa fue a por agua. Cargada con un enorme cántaro en la cabeza, tropieza. Derrama todo el agua por su cuerpo rompiendo así el cántaro. Triste y mojada comienza a llorar. Emilio que pasaba por ahí, comienza a hablar con Xefa. Aún hoy no sé que le dijo. Pero si sé que hizo: Recogió el cántaro partido en dos, lo lleno de agua y como era previsible. Se empapó también. Xefa miró al mojado Emilio, que en ningún momento perdió su sonrisa. Y de repente, Xefa comienza a reírse. Emilio rompe a cargada, levanta a Xefa del suelo. La viste con su chaqueta y la acompaña con un nuevo cántaro de agua a casa. Tres meses después se casaron.

Nunca tuvieron hijos. Pero Emilio trató a los hijos de Xefa como propios. Nunca olvidaron a Antonio. Pero todos los años, con Emilio a la cabeza, le llevaban flores a su tumba. Nunca los vi cabreados, al contrario Xefa sonreía cada vez que veía a Emilio. Este siempre le hacía una mueca o una pamplina que le alegrase. Emilio fue todo para Xefa.

Y ahora nos reunimos en el tanatorio del pueblo. Vamos a rendirle homenaje a Emilio, que después de 80 años nos dice adiós. Lo echaremos de menos, siempre fue un hombre querido. Su sencillez y alegría nos ayudaba a todos, no sólo a Xefa. Todos los presente intentamos estar alegres, él lo querría así. Además de estar expectantes, porque Emilio siempre bromeó con su muerte. Siempre decía: “Iros preparando, que aún muerto guardo sorpresa.”

Así que, ahora en el tanatorio. Los vecinos nos miramos unos a otros, esperando su última jugada. Emilio era un hombre de palabra. Además algo raro está pasando. Estamos todos en la puerta del pasillo, no en la sala. La sala permanece cerrada, en ella solo están sus hijos y Xefa.
La puerta se abre y aparece Xefa con una carta en la mano. No parece triste como a la muerte de Antonio, una ligera sonrisa aparece en su rostro, y fruto del nerviosismo se muerde el labio.

Xefa nos dice: Ya sabéis como era Emilio. Me dejó una carta que tenía preparada para este momento.

Espero que no os molestéis por tener que estar en el pasillo. Pero considero que debéis conocer el contenido de su carta, para poder pasar a decirle adiós. Así que, comenzaré a leer la carta y después podréis despediros de él.

Xefa despliega el papel y comienza a leer:

Querida Xefa.

Tú ya sabias que este momento llegaría. Aquel médico me dijo que moriría. Que mi gran corazón me mataría. Es lo malo, de ser bueno de más. Que el corazón crece y crece para después no cogerte en el pecho y dejar de funcionar. Pero Xefiña, no me chores. Que no se te pase por la cabeza. Y si, al final lo haces. Que tus lágrimas sean de alegría.

Me regalaste 40 años de matrimonio. Y lo que más nos unió fue la sonrisa, la alegría. Así que el llanto y la tristeza, no nos puede separar ahora. Si realmente me quieres honrar y recordar, sonríe. Recuerda cada momento vivido, cada payasada. Sonríe. Así me mantendrás cerca de ti. Sino recuerda el día que conseguí convencerte para que casaras conmigo. A mí, no se me olvida. Estabas toda mojada, preciosa con tu pelo negro azabache empapado. Las gotas de agua recorrían tu piel morena, tostada por el sol y el esfuerzo de una gran mujer. Esa camisa blanca transparentaba gracias a la humedad. Y que el Dios del cielo me pegue una patada en el culo nada más llegar, si el corazón no latió como un loco nada más verte.   

 Recuerda lo que te dije:

Xefiña pero porqué lloras. No es tanta desgracia mojarse. El agua es para mojarse, así que esto no es una desgracia. Es simplemente una manera de adelantarse a los acontecimientos.

Recuerdo que me miraste con mirada asesina. Y fue cuando te aposté, cuando te dije: que si era capaz de hacer de esa “gran” tragedia una comedia. No tendrías más remedio que casarte conmigo. Porque sabía que era el encargado de hacerte sonreír, de verte feliz. Por eso hice lo que hice. Y lo haría mil veces más. No me arrepiento de nada de lo vivido, pues vivir a tu lado me hizo el hombre más feliz.
Por eso, ahora te pido por escrito que respetes mi última payasada. Al morir, no me enterréis con ropa. Me quiero ir al otro mundo, tal y como vine a este, desnudo. Además Xefiña, este será mi descanso eterno. ¿Cómo he dormido siempre? DESNUDO. Y recuerda la gracia que te hacía verme así. Con mis pelexos colganderos.

Además me lo debes. Antonio está ya esperándome. Y en el cielo lleva más tiempo. Así que quiero tener mi oportunidad de que continúes conmigo. Y sé que la sonrisa es mi única arma.


Me despido de ti con todo el amor de mi enorme corazón.  Emilio Sánchez Rivero.


Todo el mundo permaneció en silencio durante 5 min. Uno a uno nos acercamos a Josefa, le dimos el pésame y pasamos para la sala. Allí estaba Emilio, tal y como él quería, desnudo. No se le veía nada. Lo cubría la tapa de debajo de la caja. Y si lo miro bien, casi puedo ver esa enorme sonrisa que lo acompañó en vida. Pienso que hasta en su despedida se va contento. Y no creo que lo que hizo fuese absurdo. Xefa está entera, sonriente y ahora parece tan fuerte como lo fue Emilio en vida. ¡Adiós mi amigo, adiós Emilio!.  
          


2 comentarios:

  1. La carta que dejas inserta en esta narración le da un extraño gesto de gracia al relato. Creo que nos regalas una muy buena pieza. Gracias. Saludos y respetos,.

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    1. Gracias Isaías! me alegra saber que te gustó el relato.

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