Alicia era una muchacha joven, sonriente pero de cuerpo
inerte. En su boca siempre una sonrisa, un gesto amable. Pero sus manos largas
y finas permanecían si vida. De hombros caídos, de respirar leve. Así pasaba su
día a día.
Alicia soñaba con ser vedet, ser una de esas mujeres de vida
alegre. Una mujer que derrocha energía, vigor, carácter y sensualidad. Pero ese
sueño cada día parecía más lejano. Ella era buena estudiando, memorizando
palabras. Lectora habitual de libros fantásticos. En donde los hombres portan
espadas y matan dragones. Era consumidora de televisión, pero sólo de
espectáculos y programas de talentos.
La vida de Alicia era monótona, aburrida. Un día en su vida,
no era más que otra página en blanco de un libro que jamás quiso ser escrito.
Pero como todo en esta vida, hay pequeños instantes que nos ofrecen un giro
inesperado.
Alicia vuelve de
clase, cargada con una enorme carpeta y
un ciento de libros. Camina distraída, en su mundo de yupi. Camina despacio pero
constante. Cuando de repente, casi es arroyada por una motocicleta. En
milésimas de segundo todo lo que sus endebles brazos transportaban, vuela por
los aires.
Alicia asustada comienza a llorar. La gente la rodea y el
motero detiene su fugaz motocicleta para socorrer a la desconsolada Alicia.
El chico quita su casco dorado, deja ver su enorme melena
rubia. Aparta su pelo y mirando a los ojos de afligida Alicia, dice:
-
- Pequeña.
¿Te encuentras bien? Alicia no lo mira, pero el chaval insiste. – Fue sin querer, no te quería asustar. ¿puedo
hacer algo por ti?
Mientras decía
esto. El joven recogía el montón de folios del suelo.
Alicia levanta
por fin la mirada del suelo, se seca las lágrimas y sorprendida observa al
joven motero. Con miedo y titubeante le responde;
-
Tranquilo,
estoy bien. No ha sido nada.
-
¿te llevo
a casa? Le pregunta el joven. Ella sin palabras responde, coge la mano del
joven y se monta el la motocicleta.
Nunca se había montado en nada así. Y lo más
extraño no teñía miedo, si no todo lo contrario. Le gustaba lo que estaba
experimentando. Esa golpe de aire fresco, esa sensación de poder y vitalidad.
Era algo hermoso.
Al llegar a
casa Alicia se despide afectuosamente del joven. Le da las gracias y un fuerte
abrazo. Algo en Alicia había cambiado.
es una buena historia, me gusta
ResponderEliminarGracias anónimo.
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