Era un sábado por la tarde. Teresa y Javier estaban en casa.
El día estaba lluvioso, no estaba para dar un paseo, pero tampoco tenían ganas
de quedarse en casa viendo la televisión. Así que, Teresa le dijo a Javier.
- Javier, te has dado cuenta que la nevera está muy vacía. No sería mejor que aprovecháramos el día para acercarnos al super.
Javier sonrió. Le gustaba el plan de ir al supermercado.
Desde muy pequeño sentía una pequeña atracción por las superficies en donde
había comida. Le gustaba pasear por esos pasillos llenos de productos, los
miraba y sonreía. Aunque no fuera a comprar nada le gustaba la sensación, se sentía
cómodo.
Cogieron el coche. Tenían la intención de llenar el carrito
al máximo para no tener que ir a comprar en toda la semana. Para hacer esto decidieron ir a uno de estas
grandes superficies que colocan a las afueras del pueblo. Son supermercados
gigantes en donde hay lo mismo que en los otros pero en más cantidad. Suelen
estar bien porque tienen mucho sitio donde aparcar y dan la sensación de ser
mucho más baratos.
Al llegar aparcaron el coche sin problema. Aunque era
sábado, no había mucha gente. Javier como si de un niño pequeño se tratase se abalanzó
sobre el carrito de la compra. Quería llevarlo a toda consta. Teresa se dio cuenta
del capricho de Javier y sonrió.
Ya dentro del supermercado comenzaron por los productos de
primera necesidad; refrescos, fruta, leche, café, yogures, aceite… Javier sonreía
al ver como el carrito se llenaba. El ritmo de la música era pausado y eso
también ayudaba a que la compra fuese más relajada. Luego pasaron a las carnes
y pescados. Un paseo por los productos de limpieza. Y como no podía ser menos y
por último, a los estantes de gominolas y chucherías.
Este era el estante de Teresa. Si Javier disfrutaba al ver
cualquier tipo de estante. Este en especial era el que mejores recuerdos le
traía a Teresa. Recuerdos de cuando era una niña y no era ella quien compraba. Sino
que era la que acompañaba a sus padres a comprar. Recuerdos de llegar a él y
decir:
- Quiero esto. No esto y esto…
A lo que su mamá o papá contestaban.
- Tere, sólo una cosa. Elige una nada más.
Y como si de esos tiempos se tratasen. Teresa se abalanzó
sobre Javier. Y así, comenzó el ritual de petición.
- Javi anda… por fa…. ¿Nos lo llevamos? ¿Y esto?
Javier sonreía al ver el comportamiento de Teresa. Y como si
de un padre se trataba la regañaba. La escena era algo cómica, pero muy
divertida de vivir. Aun así Javier alzó la vista a un Emanen´s gigante. Estos
que se deshacen en tu boca, no en tu mano. Y decidió llevarla. Teresa no le
contradijo y sonrió. Parecía aceptar el presente como válido y saciar así su
capricho.
Al llegar a casa y colocar todo en sus respectivas lacenas y
cajones. Se sentaron en el sofá para disfrutar de su botín. Javier fue el
encargado de coger el Emanens gigante y llevarlo a junto de Teresa, como si
este se tratase de la “ofrenda”. Pero al abrirlo Javier se percató de una cosa
muy importante. Esta no era una gominola. No, era una figura de plástico, que
por supuesto estaba vacía. Teresa sonrió con fuerza. Ella lo sabía antes de abrirla.
Pero era una manera de fastidiar a Javier que siempre se hacía el listillo.
Y así terminó el día de compras. Entre la burla y el acierto
del trabajo bien hecho.
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