VIERNES:
Como otro viernes más, tomo el tren. El destino el mismo de siempre, tus brazos. Lleno de alegría, impaciente por
encontrarte.
Miro por su ventanilla y escucho el zumbar de su motor, el
crujir de las vías. Pero ya no pienso en nada más, que no seas tú. Porque
cuando en este tren me monto. Sé, sinceramente que el tiempo en el que la
distancia nos separa, torna a su fin.
Porque cuando en este tren me siento, sólo pienso en recuperar las
caricias perdidas. Porque mi vida, aunque la fortaleza de nuestro corazón
supera a la distancia. Mi mente goza con sólo pensar en tu compañía.
Por eso cuando en este tren me siento. Ya no busco palabras
que expresen sentimientos. Sólo quiero que pase el tiempo, que nuestros cuerpos
se unan una vez más. Volvernos encontrar, sentir juntos un amor que es
imposible de expresar.
DOMINGO:
En el tren me encuentro. Ahora no ya no es día, es noche. El
destino… el destino ya no es tus brazos. Es la soledad de mi hogar. La alegría
se torna en melancolía. Es hora de marchar.
Por su ventanilla ya no hay nada que mirar. El exterior se
lo comió la noche. El interior… el interior esta lleno de desconocidos, de
sombras que me acompañan. Al igual que compañía me hace el traqueteo. Traqueteo
que moldea mi alma vacía. Traqueteo que confunde mi mente perdida.
Así que, resignado miro la pantalla de información. Cuentos
las paradas para llegar a mi destino. Con la única intención de aparcar mi
cuerpo en casa. Comenzar la semana y esperar que el tiempo pase.
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