Camino a la Felicidad
Capitulo III
En esta sociedad de consumo. Cuidamos nuestra imagen como si
fuese casi un culto. Medimos cada milímetro del cuerpo, cuidamos hasta el más
mínimo detalle de cada prenda que usamos. Buscamos un “estilo” que nos defina. Algo
que nos haga diferentes, únicos e especiales.
Usamos ropa, complementos y calzados para cada ocasión. Todo
tiene un tiempo, un momento y un lugar. Premiamos el tacto de la tela, su
originalidad o su puntualidad. E incluso medimos el conjunto con una base científico-económica.
Personalmente, odio vestirme. Llevo ropa por no ir desnudo.
Siempre consideré, que aquel que a mi lado se acerque nunca lo hará por ver un príncipe
azul, un gentelman o un dandy. Lo hará por que valorará algo más que lo que sus
ojos ven.
Pero sé que os preguntareis: ¿Qué tiene que ver esto, con el
camino a la Felicidad? Existe un complemento que nunca pasa de moda, no
entiende de temporadas, luce más y mejor que ninguna joya. Y combina con todo,
la sonrisa.
Cuando sonreímos tensamos los músculos de la cara, pero
destensamos el alma. Llenamos el vacío de la tristeza, ahogas nuestros miedos.
La sonrisa no solo libera tensión. Sino que produce endorfinas. Lo que reduce
el dolor físico y mental. Y nos proporciona el deseado bienestar.
Sonreír puede ser el mejor ejercicio diario. Basta con
sonreír unos minutos al espejo, dejar que nuestra casa se acostumbre y ¡paf! Se hace la magia.
Sonreír nos ayuda a
conquistar el mundo y al mundo. Como es sabido, una sonrisa suele ser devuelta
con otra sonrisa. La alegría es algo contagioso. Beneficioso no exclusivamente
para el que sonríe sino también para
quien lo rodea.
Es por eso mis amigos. Pongáis la ropa que os pongáis. Acudáis
al evento que acudáis. Sonreír, lucir esa hermosa mueca de felicidad. Pues ese
complemento os ayudará a hacer más placentero este camino a la felicidad.
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