Carismático Galván era todo un dandy, un pincel, un maestro
en el arte de convencer con el don de la palabra. Se podía decir que sería un
fantástico escritor. Pues tal era su don de palabra, que era capaz de crear un mundo totalmente
distinto al que realmente existía. No mentía, solo le daba otra visión a la
verdad.
Carismático Galván era muy bueno en lo suyo. Tanto que era
capaz de convencer a cualquiera. En su trabajo no tenía rival. Era el rey de
reyes. Carismático Galván había vendido su alma a su empresa. Una empresa que
vendía lo que todo el mundo deseaba, dinero. Los sensatos le llamarían
especulador, farsante o timador. Pero otros, en cambio pensaban que Carismático
Galván era la puerta abierta a una solución que no podía fallar.
Y es así, como Carismático Galván conoció a los tres
cerditos. Los llamaremos así, para mantener su identidad en secreto. Pues bastante
han tenido los pobres con lo sucedido. Estos tres cerditos conocieron a
Carismático en un bar. Eran amigos, no sólo compartían el gusto por la bebida y
el juego, sino también compartían el gusto refinado por el dinero rápido. Pero como
buen cerditos, siempre estaban cubiertos de mierda. Pues el juego y el alcohol
sólo traen problemas. Así que esto hacía que fueran algo desconfiados. Por eso,
a primera vista no se fiaron del nuestro Carismático Galván.

El primer cerdito, al que llamaremos el cerdito de la casa
de paja. Pues este cerdito basó su vida en el goce hedonista. Ni familia, ni
buen trabajo, ni buen nada. Casi vivía en la miseria, parecía no importarle lo
más mínimo nada. Carismático lo sedujo
con dinero rápido, muy rápido. Tan rápido que no lo pensó dos veces en firmar
el contrato. Y tan fuerte como suena el viento en temporal. Así, así sonó su
desplome. El cerdito de la casa de paja, que poco tenía, con menos se quedó. El
interés de devolución del dinero era tan alto que el cerdito no tubo tiempo de
gastar, ni de saborear el verde dinero.
El segundo cerdito lo llamaremos el cerdito de la casa de
madera. Este cerdito vivía mejor. Sus ingresos por su trabajo eran mayores. Tenía
familia y aunque al muy marrano lo perdía el vicio. Mala, lo que se dice mala
vida no llevaba. Carismático no le prometió únicamente dinero fácil, sino
también aumentar su nivel de vida. Mejores muebles, mejor comida, mejor educación
para sus hijos, un mejor coche… así que
el cerdito de la casa de madera aceptó. Compró esa nueva vida. Y tan fuerte
como suena el viento en temporal. Así, así sonó su desplome. El cerdito de la
casa de madera, que algo tenía, con nada se quedó. Pues no eran sólo alto el
interés del dinero al devolver, sino también la conservación de todo aquello
que compró así que ese dinero se esfumó y todo lo que tenía en problema se
convirtió.
Al tercer cerdito lo llamaremos el cerdito de la casa de
hormigón. Este cerdito vivía bien. Sus ingresos
eran altos. Tanto que podía malgastar y reírse un poco de los demás. Ahora comprendéis
porque se relacionaba con los otros tres cerditos. Sí, se reía de ellos mostrándoles
sus riquezas y hablándoles de lo bien que vivía. Carismático Galván era
conocedor de todo esto. Así que no le prometió el dinero fácil, sino la
oportunidad de poseer más y más poder sobre los demás cerditos. El cerdito de la casa de hormigón aceptó. Su única
condición, que este le enseñase más cerdito que timar. Así tanto Carismático Galván
como el cerdito de la casa de hormigón vivieron felices y comieron de los demás
cerditos.
Sé que el final es desagradable y que nadie quiere un final
así. Pero este cuento no se separa tanto de la realidad. La codicia nos hace vulnerables.
El querer y el poder nunca está en nuestras manos, sino en manos de gente como Carismástico
Galván. Que nos venden deseos absurdos con el precio de perderlo todo. Así que
ya sabéis si no queréis ser los próximos cerditos. Pensar antes en todo lo que
tenéis y en lo que realmente necesitéis.